EL MUNDO QUE YO NO VIVA (III) Madrid, a 11 de julio de 2012.
UN PAÍS DE ESPECULADORES.
Querido Axil, estimado amigo:
Una semana más trato de contarte las novedosas novedades de
esta Tierra-tierra en la que me has dejado el encargo de referirte de palabra,
escrita, los derroteros por los que su anonadada y primitiva población
transita. Hoy sólo me da el día para referirte una anécdota de esas que tanto
nos gustaban, porque sus lecturas eran, a pesar de la individualidad del
acontecimiento, en cierto modo, universalizables (al menos, al estilo en que la
ciencia de la lógica, inventada por los humanos, permite universalizar juicios
individuales en determinadas condiciones).
Un buen amigo recién separado (tú bien sabes a quién me
refiero, por lo que no veo la necesidad de personalizar) está pensando vender
su piso, comprado en común con su ex-pareja. Como lo compraron en aquellos
maravillosos momentos en los que el banco daba el oro y el moro (es decir, el
valor del piso, el de las escrituras, el de la reforma del mismo, o sea, un 30%
o más por encima de lo que era la hipoteca real), hoy le deben al banco la
módica cantidad de unos 230.000 euros. En realidad, para que te hagas una idea,
la última tasación oficial que de ese inmueble se hizo fue de 359.000 euros.
¿Qué significa esto? Que el valor que una entidad oficial en 2005 aproximadamente daba al piso era
de ese montante, es decir, ese era el precio de mercado del apartamento tan
coqueto que nuestros comunes amigos tenían en el centro de Madrid. No tengo que
recordarte que ni para nosotros, pobres forasteros, ni para nuestros buenos
amigos, que no eran en absoluto imbéciles, aquel era el valor real de una
vivienda. Aquello, en esos años de bonanza e incluso mucho antes, ya lo
llamábamos “burbuja inmobiliaria” (por más que el entonces ministro de Economía, Rodrigo Rato, se negara a reconocerlo), pero nuestro amigos, si recuerdas, se
dejaban el sueldo en alquileres, por aquellos momentos (pues también estaban
por las nubes) y decidieron pagar al menos el valor de una propiedad. Como
muchos ciudadanos de este país, nuestros amigos querían una vivienda para vivir
en un lugar donde ya se compraban y vendían como churros viviendas para especular.
Tras consultar a varias empresas inmobiliarias esta semana,
el “mercado” (ese eufemismo de ladrones y especuladores que utilizan todos los
políticos, economistas y medios de comunicación) ofrece por su vivienda un
máximo de 250.000 euros, lo justo para cerrar la hipoteca común y pagar los
honorarios de la empresa inmobiliaria que vende, porque, según ella, “hay que escuchar al mercado y el mercado
propone ahora esos precios”. ¡Magnífico ejemplo de sistema económico que no
tasa por valores reales o necesidades, sino por la tan cacareada
competitividad! ¡Plusvalía, que se llamaba (ahora es pecado hablar en esos términos, cuidado)! ¡Así les va al común de los terrícolas! O al menos a aquellos
que aún creen en algo que en su momento llamaron ética (sobre lo que tengo
algunas reflexiones que algún día te comunicaré para pedir tu opinión). En
definitiva, si ahora venden su piso eso es lo que sacan: lo comido por lo
servido, como dice el dicho autóctono.
La anécdota, sin embargo, no acaba aquí. Según parece, por
fin se ha pinchado la burbuja inmobiliaria, pero ¿qué pensarás cuando escuches
los argumentos del asesor de la empresa inmobiliaria que trataba de justificar
un precio ajustado para la venta del
piso de nuestros amigos? Más o menos eran éstos:
- - El
precio debe ser ahora ajustado porque eso es lo que les permitirá vender pronto, que es lo que les interesa a ustedes.
Si salimos con un precio más alto, hoy no venden, aunque es verdad que su
vivienda es preciosa. A buen precio, yo se la vendo en dos semanas. En realidad,
hay compradores que ni siquiera vendrían a ver el piso. Simplemente por las
fotos, la situación, el tipo de vivienda y las calidades que tienen, a buen
precio, se la compran casi sin mirar, porque es gente que tiene dinero y no la necesita para vivir, sino que la comprarían como
inversión.
(Las cursivas son mías)
Y el asesor lo decía como un secreto a voces, una
confidencia que los vendedores debían conocer. Como si eso supusiera una complicidad entre vendedores que saben cómo se hacen las cosas. No tengo que contarte la indignación de nuestros amigos. Diez años pagando una
hipoteca para vivir y vender ahora a un capullo para especular por el sólo
hecho de que YA tiene dinero (probablemente porque YA ha especulado en otros
muchos productos que nos han conducido a esta crisis). Por supuesto, pensaron,
para que especulen ellos, trataremos nosotros de mantenerla y compartirla bien,
al fin y al cabo somos más civilizados que ellos. Hicieron bien. Y ahora mi
pregunta para ti, querido Axil, y me gustaría reflexionaras y me enviaras tu
opinión, es: ¿Volverán las oscuras burbujas inmobiliarias en nuestros suelos sus garras
a posar? Yo tengo mi opinión. Te la daré en otra misiva.
Que tengas salud, amigo, y buen viaje.