EL MUNDO QUE YO NO VIVA (V)
LA CIUDAD TOMADA Madrid, 11 de agosto de 2012.
Querido Axil,
Hoy he vuelto a Madrid tras una anestesia de unas cuantas
semanas. O no lo recordaba bien o, a pesar de la reducción de población en
estos días de agosto, los contingentes de seguridad han aumentado. Madrid me ha
parecido una ciudad tomada. Tomada por la policía. Cuando te acercas por la
Carrera de San Jerónimo o por la plaza de Neptuno hacia el edificio del
Congreso de los diputados, te esperan varias lecheras y un cúmulo de
alambradas, apenas abiertas para dejar el paso a automóviles y viandantes,
preparadas, eso sí, a cerrarse ipso facto, como la esclusa de un canal
acuático, si la ocasión lo precisa. Y me pregunto cuál es esa ocasión que se
precisa para cerrar las calles y aislar los edificios del Congreso. Y me
pregunto quiénes y qué es lo que temen los que han preparado tal dispositivo
que tanto se parece a los antidisturbios.
¿Qué disturbios habrían de producirse si este país es tranquilo, si
estas gentes tragan lo intragable, si la única forma de protesta es la
legitimada por las reglas de la convivencia occidental? En definitiva, me
pregunto qué es lo que temen o qué es lo que aún preparan para temer como
temen.
Mi querido amigo, Madrid es una ciudad tomada que recuerda
aquella Santiago de Chile tras el golpe de Pinochet, la Atenas de los Coroneles
(o de estos mismos días del siglo XXI), el París del 68 tras las revueltas de
mayo. Todas aquellas ciudades que una vez fueron tomadas en nombre de la
seguridad, siempre, siempre, siempre por encima de la libertad. Es curioso el
animal humano. Tratando de vivir continuamente según su criterio, deseo y
arbitrio, cuando se asusta, se refugia como pocos en aquellos congéneres que
saben hacer uso de su fuerza y su poder. Entonces prefieren la seguridad, les
venden la seguridad, comercian con su seguridad. Así hemos convertido un mundo
con el primado de la seguridad, en nombre de la cual se nos vigila en cámaras
omnipresentes (en las esquinas, en los locales, en los aeropuertos, en las
carreteras), se nos denuncia si tratamos de manifestarnos (por la calles, en
los parques, en las escuelas), se nos intercepta en nuestras múltiples formas
de comunicarnos (teléfonos, Internet, medios de comunicación), se nos controla
en nuestro modo de vivir (qué comer, qué no beber, qué inhalar, cuando y con
qué drogarnos), y ya ni siquiera podemos pasear tranquilos delante de
determinados lugares, como el Congreso de lo Diputados en la Carrera de San
Jerónimo, porque las aceras están repletas de vallas y lecheras de policía.
Mi querido Axil, aquí alguien tiene miedo y se protege. Se
protege de lo que pudiera pasar. Se protege de aquellos que nombra ciudadanos
pero trata como idiotas, esclavos o convictos. Querido Axil, este país y este
mundo vuelve a tener mucho miedo. Y como bien sabemos, es cuando los poderosos
temen, cuando hacen lo imposible para que el resto de las gentes estén muertas
de miedo. ¿Volverá a ocurrir así o la humanidad, aunque los poderosos no
quieren siquiera creerlo, por fin está aprendiendo a no tenerlo?
Salve y feliz largo viaje de regreso.
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