ANTONIO AGUILERA VITA

Almería, 1962.
aguileravita@gmail.com



¿Por qué hemos conservado nuestros nombres? Por costumbre, únicamente por costumbre. Para hacernos también nosotros irreconocibles. Para hacernos imperceptibles, no a nosotros mismos, sino lo que nos hace actuar, experimentar o pensar. Y además, porque es agradable hablar como todo el mundo, y decir que el sol sale, cuando todo el mundo sabe que es una manera de hablar. No llegar al punto de no decir más yo, sino al punto donde no tiene ya ninguna importancia decir o no decir yo.
GILLES DELEUZE y FÉLIX GUATTARI, Rizoma.

EL TIQUUN

El Tiquun es el devenir-real, el devenir-práctico del mundo; el proceso de revelación de toda cosa como práctica, es decir, el tomar lugar dentro de sus límites, en su significación inmanente. El Tiquun es que cada acto, cada conducta, cada enunciado dotado de sentido, esto es, en tanto que acontecimiento, se inscriba por sí mismo en su metafísica propia, en su comunidad, en su partido. La guerra civil quiere decir solamente: el mundo es práctico; la vida heroica en todos sus detalles.
TIQUUN, Introducción a la guerra civil, Melusina, 2008.

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LAS CANCIONES

Nueva sección en este blog para recuperar las canciones que he compuesto y cantado en privado a lo largo de mi vida, gracias a TARUBÉN, un proyecto musical para convertirlas en maquetas audibles y vendibles. TARUBÉN es un proyecto en busca de cantantes, productores o trovadores que difundan estos poemas cantados.

Ahí va la primera. Quedarán en la columna derecha del blog mientras éste dure. Versión melódica de Muda presencia. Hay otras versiones no grabadas.

ENTRETANTO, OPINO: LA DEMOCRACIA QUE NO ENTIENDEN.


Hace años, por no decir desde siempre, la derecha española, pero también una buena parte de la que se da en llamar izquierda, pretende darnos lecciones de democracia, desde sus medios vocingleros y periodistas de su corte. La tremenda, y falaz, campaña de desacreditación que han emprendido contra los grupos surgidos de movimientos ciudadanos a raíz del 15M, centrada en “Podemos”, evidentemente por el carácter mediático de su líder, que parece suponer un peligro real (frente a otras formaciones que con posiciones parecidas no han tenido ese tirón televisivo, pese a lo serio y coherente de sus propuestas) a sus aposentadas posaderas en los distintos sillones y escaños de las variopintas cortes que pueblan nuestro país, desde los ayuntamientos al mismo parlamento nacional, no habla mucho a favor de lo que esta “casta política”, como es llamada, sin faltarle razón, por los destacados representantes de estas asociaciones, entiende como democracia.
Tal vez el problema haya sido, en este país de pelotazos, la gestión de mayorías absolutas por parte de los partidos tradicionales. Tal vez la cosa viene de más lejos y lo que nos falte es una cultura de participación real en los asuntos públicos, por parte de los ciudadanos, acostumbrados por sus seculares gobernantes a ser parapetados y organizados en rediles, como a borregos, sin que nadie se atreviera a rechistar, no sea se quedara fuera del rebaño a expensas del lobo. Evidentemente, la última experiencia dictatorial, larga y tediosa, manipuladora y bien agarrada a los mecanismos económicos de la modernizada sociedad capitalista neoliberal y global, ha contribuido a hacer pensar que la democracia debía ser un juego de urnas que se instalan cada cuatro años en los colegios públicos (o concertados), para depositar un papelito que a la postre designe quiénes habrían de gestionar la “cosa pública” bajo el silencio, beneplácito y aquiescencia de la población general, salvo esa parte de población que por su poderío económico tuviera capacidad de intervenir, generalmente bajo cuerda y sobre, en las decisiones de los políticos.
Pues no, señores, eso no es la democracia. El último ejemplo nos lo ha dado nuestro querido Partido Popular (que con tanta desfachatez llama “populistas” a los que no asiente a su ordenado sistema de castas y prebendas) al pretender arreglar la ley electoral para hacer de la lista más votada en una elección, la gobernante de toda una comunidad. Ojo al parche: la lista más votada. Es decir, que si una lista es la más votada, hablemos en general, como tanto les gusta a los tertulianos de las televisiones y radios del sistema, con un 31% de los votos, suponiendo que el total de los votos haya sido el 60% de la población con derecho a voto, ¿alguien me puede calcular cuál es la legitimidad numérica real de esa lista, para gobernar como “representación” de la mayoría (eso pregunto, qué mayoría) de la población? Además, ¿cómo pretende articular la gobernabilidad de la institución correspondiente? ¿Concediendo a la lista más votada un plus de concejales, diputados o representantes correspondientes que la hiciera llegar, por arte de birlibirloque a la tan deseada (y tan nefasta, como sabemos) mayoría absoluta?
Esto, evidentemente, no es democracia. Tampoco lo es ir llamando “populistas” a ciudadanos que intentan proponer alternativas económicas, políticas y sociales al neoliberalismo antropófago que nos está devorando la humanidad. Aunque esas alternativas les parezcan a la “casta”, a sus secuaces y a los ciudadanos temerosos que creen que hemos llegado al fin de la historia y que ya nada podrá ser mejor que lo que hay porque “el mundo es así”, “la gente es como es” o “el hombre es un lobo para el hombre” y hay que saber domarlo. No, eso no es democracia. Porque la 
 de muchos de esos alternativos pasan por una participación ciudadana en la “cosa pública”, que remite a un ideal que ya se forjó en la Atenas clásica y en otras ciudades de la antigua Hélade. Con mayor o menor éxito, con todos sus defectos, pero con muchas virtudes. El ciudadano es el que crea mecanismos de gestión y control de quien gestiona aquellos asuntos que son comunes a su “comunidad”. Es el ideal al que remite el zapatismo, que trata de llevarlo a cabo aprovechando los mecanismos preexistentes en antiguas comunidades mayas, más o menos idealizadas, como, al fin y al cabo, es todo pasado del que se trata de rescatar lo mejor. La Atenas clásica no fue un dechado de virtudes, pero creó una serie de ideales de los que esa democracia llamada “representativa” se arroga ser la heredera, cuando de aquello tomó también los elementos que convenían a una determinada idea y clase social surgida a partir de la Ilustración. Nuestros alternativos pretenden rescatar otros elementos de la misma que se han ocultado sistemáticamente por parte de los demócratas “oficiales”. La democracia consiste en escuchar, en la plaza pública, en argumentar. Tal vez esas propuestas nuevas son a la larga una alternativa verdadera a este sistema en decadencia, basado en la acumulación de capital (que ya ni siquiera de riquezas tangibles), en la especulación financiera y en un enriquecer a unos pocos en el mínimo tiempo posible. Porque todas estas fórmulas que llevamos probando desde hace dos siglos, cada vez más puras, cada vez más impunes, están acabando con el planeta (físicamente, por agotamiento de sus recursos), están acrecentando la miseria social, están agrandando la brecha tecnológica, están fomentando los fundamentalismo religiosos y étnicos. Equo, Podemos, Guanyem, Partido X y otras formaciones de ciudadanos en asamblea podrían ser una alternativa. Juntos o no, cada cual con sus diferencias, porque esa, señores, esa diferencia, es la esencia de la democracia, su belleza, su nobleza y su idiosincrasia: la participación directa en la gestión de aquello que tenemos que poner en común para poder convivir sin destrozarnos. ¿Una utopía? Para distopías, ya tenemos bastante con la que nos espera si no cambiamos el mundo por algún lado.


ENTRETANTO, OPINO: ENSEÑAR EN ESPAÑA ES LLORAR

Enseñar en España es llorar.
En este país de filibusteros, ahora renovados en sus enseres y ropajes, que son capaces de reír gracias a pelotazos (inmobiliarios, bancarios, bursátiles, financieros…), los demás, los medianos, los que no tenemos intención de aspirar a grandes yates ni a grandes fortunas (porque también existimos, aunque parezcamos raros), la clase media, digamos, concienciada, que aún pretende un lugar en el futuro para sus descendientes en una tierra que se deshace en pedacitos de basura acumulada, es capaz de reír entre congéneres, se sabe divertir en las tabernas, los bares y las fiestas, pero que no intente el inefable pecado de la “creación”, porque entonces le tocará llorar. Escribir, pintar, hacer cine o teatro, esculpir, en definitiva, crear arte, pero también enseñar, que es un arte difícil y poco agradecido, en este país de filibusteros (y de pardillos que aspiran engañosamente a serlo en dos días, sin percatarse de que el cupo de aspirantes, entre políticos corruptos y emprendedores especuladores, está más que cubierto) es derramar lágrimas de tristeza e impotencia cuando menos una vez al día.
Ahora que inicia un nuevo curso escolar, las dos grandes falacias de la enseñanza se reproducen de nuevo entre las distintas administraciones de un país cada vez más triste y empobrecido, y se difunden impunemente por las televisiones vocingleras que saben muy bien cuál es su posición de poder y temen, o simplemente no quieren, perderlo.
La primera gran falacia es la de los centros escolares. El gran cuento de los colegios concertados está acabando con los centros públicos a pasos de gigante. Los cierra, es más, aún peor, los degrada a base de masificar a su alumnado en aulas cada vez más numerosas. Los concertados hicieron su función en aquellos momentos en los que las infraestructuras de la enseñanza pública eran pobres, para facilitar el acceso a la educación a toda una franja de edad de la población española. Años después se ha mantenido, con colegios y centros públicos infinitamente mejores en calidad de profesorado, ratio de alumnado por clase, dotaciones de material, infraestructuras en general, con la excusa de que esos colegios (subvencionados con dinero público, o sea, de todos, en teoría, y no sólo de bancos “rescatados”) fomentan la libertad de elección de escuela por parte de las familias. ¿Pero nadie se va a dar cuenta de que esos colegios no son sino el “quiero y no puedo” de familias con aspiraciones que jamás podrán pagarse un verdadero colegio de élite privado, al que sus hijos, los nuestros, nunca tendrán un acceso igualitario y verdadero? ¿No sería más lógico sostener en condiciones  la extensa red de escuelas públicas bien organizadas, laicas, con la buena cantera de profesores funcionarios que ya se había creado (manifiestamente mejorables en muchos aspectos, pero, al fin y al cabo, resultado de no pocos procesos selectivos de formación y acceso a este trabajo), en lugar de destrozar toda esa red para mantener el gran número de empresas de la enseñanza con ánimo de lucro? Un derecho fundamental pisoteado por el lucro. ¿Por qué nos tenemos que acostumbrar a eso? ¿Por qué debemos verlo como algo normal (“normal”, nos dicen) en una sociedad democrática, cuando no lo es en absoluto?
La segunda gran falacia: los profesores trabajan pocas horas y, por tanto, les subimos las que han de estar directamente trabajando con alumnos en clase. En concreto, en la enseñanza secundaria, se aumentaron dos horas más de clase semanales para los profesores, pasando de 18 a 20. Pero ¡qué fácilmente nos hacen creer que esas son las horas de trabajo reales! ¡Con qué impunidad se permite a señoras como la ex presidenta Aguirre criticar las pocas horas que trabajan los profesores, ateniéndose a ese dato! Señora Aguirre y todos los señores de su calaña, por cada hora de docencia directa con alumnos, un profesor mediano (los excelentes sobrepasan con creces la media y son pocos, digo, simplemente, un profesor normal, sin grandes pretensiones) necesita una media de otra hora para preparación de la misma (esto significa, materiales a entregar, previsión de la recepción de esa clase por parte del alumnado, prácticas y ejemplos de los que se enseña, ejercicios de evaluación y pruebas, correcciones de dichos ejercicios, a lo que añadimos hoy día, la aplicación de la misma con las nuevas tecnologías). ¿Sabe usted sumar, Señora Aguirre? ¿Y usted, señor Wert o usted, señora Figar? El trabajo básico de un profesor ya es, sólo con esta parte de su trabajo, de 40 horas semanales. ¿Cómo contamos, pues, todo el resto de horas: guardias de aula, guardias de biblioteca, labores de tutoría o departamento, reuniones de evaluación y de coordinación pedagógica? Se me pierden las cuentas. Hemos vuelto a condiciones laborales propias de aquel primer franquismo, cuando se pasaba más hambre que un maestro de escuela. Entonces, al menos, se le respetaba en su valía como jamás se ha vuelto a hacer en este país de filibusteros, ni por parte de la administración (ninguna de las tantas que en España existen), ni por parte de la sociedad, en su mayoría (siempre hay grandes y loables excepciones, probablemente más de las que parece, que nunca dejan escuchar sus voces). Hoy evidentemente no pasa hambre, a pesar de ser una de las profesiones de su categoría peor pagadas de nuestro cacareado entorno occidental (mejor no comparar con los Estados Unidos, tan copiados y admirados para otras cosas, pero tan ocultos para difundir cómo trata económica y socialmente a sus profesores), pero se le ha desprestigiado, degradado, vilipendiado, como, por otro, lado, a todo ser humano que trate de dedicarse al mundo de la cultura. No en vano estamos en un país (de filibusteros disfrazados de ejecutivos y ministros) que machaca sistemáticamente su cultura.
Eso es llorar.
Hay más falacias. Seguiremos en guardia.

Decía Larra en su famoso artículo “Horas de invierno” (1836): “Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta”. También lo es enseñar. Entonces el Madrid de Larra era la metonimia de un país entero, hoy además, es una literalidad aplastante, por cuanto en esta España dividida (precisamente por quienes más cacarean su unidad como destino en lo universal), la nefasta Comunidad de Madrid lleva la avanzadilla en estas cuestiones. ¡Pobres herederos de una España, de nuevo, de “charanga y pandereta, cerrado y sacristía”, como nos decía el entrañable Machado! Eso sí, ahora se le ha unido la Santa Cofradía del Emprendimiento.